Los miedos infantiles: cómo acompañarlos con amor y sin invalidarlos

por | Abr 7, 2025 | Sin categorizar

Los miedos forman parte del desarrollo natural de la infancia. Aparecen como señales de que el sistema emocional de nuestros peques está madurando, aprendiendo a identificar lo que les da seguridad y lo que les inquieta. Pero, ¿qué pasa cuando esos miedos se intensifican o se cronifican? ¿Y si como madres no sabemos cómo acompañarlos sin que se sientan incomprendidos o más asustados?

Aquí es donde muchas veces aparece ese nudo en el estómago que conocemos bien: el de querer hacerlo bien, pero no saber cómo.

¿Por qué tienen miedo los niños?

A lo largo del desarrollo, los miedos van cambiando. Es normal que un bebé se asuste ante un ruido fuerte o que un niño de tres años tenga miedo a separarse de mamá. A partir de los 4 o 5 años, comienzan a aparecer miedos más simbólicos, como el miedo a los monstruos, la oscuridad o a quedarse solos. Estos miedos reflejan una imaginación que se despierta y un cerebro que todavía está aprendiendo a distinguir fantasía de realidad.

Pero también, muchas veces, esos miedos esconden emociones no nombradas, vivencias que han desbordado o necesidades que no han sido atendidas como necesitaban.

Cuando el miedo se vuelve un aviso de que algo más está pasando

A veces, los miedos infantiles se vuelven tan intensos que interfieren con la vida diaria del niño o de la familia: no quieren dormir solos, tienen crisis de ansiedad al separarse de mamá, se vuelven hipervigilantes o evitan ciertas situaciones por completo.

Esto puede ser una señal de alerta. Y aquí es importante tener presente algo: los miedos no siempre se van solos. A veces, se enraízan.

Y cuando esto ocurre, pueden dejar huellas: baja autoestima, inseguridad, dependencia emocional, dificultad para confiar en los demás… En la consulta, muchas veces veo adultos que arrastran heridas que comenzaron con miedos no escuchados, minimizados o acompañados desde el enfado o el «no pasa nada, eso no da miedo».

¿Cómo acompañar el miedo sin reforzarlo ni minimizarlo?

Este es uno de los mayores retos de la crianza. Acompañar un miedo no significa reforzarlo ni confirmar que el peligro es real, pero tampoco es decir “no pasa nada” o “deja de llorar”.

Significa mirar a los ojos de nuestro hijo y decirle: «entiendo que tengas miedo, estoy contigo, no estás solo». Sostener emocionalmente, con presencia, con calma y sin juicios.

Aquí te comparto algunas claves que solemos trabajar en consulta:

  • Validar el miedo sin etiquetar: “Te asusta mucho cuando apagamos la luz, ¿verdad?” en lugar de “Eres un miedoso”.
  • Acompañar sin forzar: los niños no superan sus miedos por obligación, sino desde la seguridad.
  • Nombrar lo que sienten: ayudarles a poner palabras a lo que ocurre dentro de ellos.
  • Trabajar desde el juego, los cuentos, la relajación, la conexión corporal.

¿Y si no puedo acompañar ese miedo?

Este es un punto muy importante. Muchas madres me cuentan que no tienen la paciencia, que se desesperan o que reviven sus propios miedos de infancia cuando ven a sus hijos con miedo. Y eso es completamente humano.

Pero también es el momento de revisar: ¿qué me activa a mí este miedo? ¿Qué herida mía se despierta cuando mi hijo necesita que le sostenga?

Ahí es donde el acompañamiento terapéutico puede marcar una diferencia profunda. A veces no es solo el niño quien necesita ayuda, sino la mamá que siente que se desborda. La que no quiere repetir lo que vivió, pero no sabe cómo hacerlo distinto.

Un espacio para mirar hacia dentro

En la consulta trabajo desde una mirada integral, donde todo el mundo puede sentirse acompañado sin juicios. Donde podemos entender el origen del miedo, darle sentido, y construir recursos reales para atravesarlo.

Si sientes que no puedes más, que no sabes cómo acompañar los miedos de tu hijo sin que te remuevan por dentro, este puede ser el momento de pedir ayuda.

Porque no estás sola. Y porque sanar, también es cuidar.

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