Vivimos en una cultura que glorifica la productividad, el hacer constante, el «puedo con todo». Pero… ¿y si tu cuerpo está intentando decirte que no puede más?
Hoy quiero hablarte del estrés crónico, de cómo reconocerlo y, sobre todo, de cómo empezar a escucharte de verdad.
Estrés bueno vs. estrés malo: ¿cuál te acompaña?
El estrés no es en sí algo negativo. En realidad, existe un tipo de estrés que es incluso necesario: el eustrés o estrés positivo. Es el que nos activa, nos motiva, nos hace responder ante retos puntuales como una entrega, una charla o un cambio vital.
Pero cuando ese estado de activación se vuelve permanente, sin pausa, sin recuperación… entramos en terreno peligroso. Eso es distrés, el estrés negativo, el que afecta nuestra salud física, emocional y mental.
¿Qué pasa cuando vives estresada mucho tiempo?
A corto plazo:
- Dolores musculares (cuello, mandíbula, espalda)
- Problemas digestivos
- Alteraciones del sueño
- Irritabilidad o sensación de estar «a la defensiva»
- Dificultad para concentrarte
A largo plazo:
- Agotamiento emocional persistente
- Niebla mental y pérdida de memoria
- Reactividad emocional, hipersensibilidad o bloqueos
- Sensación de desconexión con una misma y con los demás
- Subida de peso, hinchazón abdominal y dificultad para perder peso
- Dolores de cabeza frecuentes, migrañas o tensión cervical
- Desequilibrios hormonales (ciclos irregulares, cambios abruptos en el estado de ánimo)
- Dificultad para mantener la atención o tareas cotidianas
Y lo más preocupante: este nivel de estrés puede parecer «normal» si llevas mucho tiempo en él.
La VRC: un marcador clave de tu salud emocional
La variabilidad de la frecuencia cardíaca (VRC) es uno de los indicadores más valiosos para conocer cómo está funcionando tu sistema nervioso.
Cuando tu VRC es baja, significa que tu cuerpo está en un estado de alerta continua, con dificultades para autorregularse y volver a la calma. Diversos estudios científicos relacionan este patrón con experiencias de estrés mantenido, traumas no resueltos y estados de hiperactivación interna.
Una VRC más alta, en cambio, refleja mayor flexibilidad emocional y capacidad de recuperación.
Dicho de otra forma: tu cuerpo puede estar diciendo que no puede más incluso si tú aún no te has dado cuenta.
El gran síntoma ignorado: el cansancio que no se va
Una de las señales más comunes —y más ignoradas— del estrés crónico es el agotamiento constante. Pero cuidado: no todo cansancio es igual.
Hazte esta pregunta:
🌀 ¿Tengo ahora mismo algún dolor físico o bloqueo corporal claro que me indique que necesito descansar?
- Si la respuesta es sí, probablemente tu cuerpo necesita descanso físico.
- Pero si la respuesta es no, y aun así te sientes agotada, estás ante un agotamiento mental y emocional.
Este tipo de agotamiento no se soluciona durmiendo más. Al contrario, puede generar frustración (“duermo y sigo cansada”), apatía, niebla mental… Y es una de las formas más sutiles y peligrosas del estrés sostenido.
¿Te reconoces en alguno de estos síntomas?
- Te despiertas cansada incluso después de dormir muchas horas
- Todo te cuesta el doble: desde pensar qué cocinar hasta contestar un mensaje
- Sientes que estás en modo automático
- Te duele la espalda o la cabeza con frecuencia, sin razón clara
- Llevas tiempo sin sentir entusiasmo real
- Te sientes agitada sin motivo o reaccionas con más intensidad de la habitual
No estás sola. Y no tienes que seguir así.
¿Y si paramos un rato juntas?
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Gracias por leer y por permitirte sentir.
Con presencia,
Sara Jemmolo
www.psicologiadolce.com
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